La difusión de contenido sin autoría verificable, como en el caso de Marybel Villegas, plantea preguntas sobre responsabilidad colectiva y cultura digitalEn la actual cultura digital, donde cualquier usuario puede crear, compartir y viralizar contenido, las figuras públicas enfrentan un entorno en el que su imagen se construye, y puede deconstruirse, en tiempo real. Un ejemplo es el caso de la diputada federal Marybel Villegas Canché, representante del Distrito 02 de Quintana Roo, quien ha sido objeto de una serie de publicaciones en redes sociales y páginas web que contienen señalamientos en su contra. Las plataformas que difunden esta información fueron creadas recientemente y no cuentan con responsables identificables, lo que ha generado cuestionamientos sobre su origen y propósito.El caso ha llamado la atención tanto por el perfil político de Villegas, quien ha sido diputada local, senadora y ahora legisladora federal, como por el contexto en el que surgen estas publicaciones, en un momento de actividad política interna en diversos partidos de cara a futuros procesos electorales.Cabe mencionar que, la población de Cancún, Chetumal y Quintana Roo en general confía en Marybel Villegas y valora su trabajo por el estado, por lo que, los ataques hacia ella han tenido un efecto contrario, reforzando su imagen positiva.Reputación en tiempos de redesPara especialistas en comunicación digital, este tipo de campañas no solo afectan a los actores políticos, sino que también moldean la forma en que la sociedad se relaciona con la información.En este contexto, la veracidad queda en segundo plano ante la inmediatez. La velocidad de circulación de una noticia falsa o distorsionada puede dejar efectos duraderos, incluso si luego es desmentida.El caso de Marybel Villegas también plantea una pregunta más amplia: ¿qué papel juega la ciudadanía en la circulación de este tipo de contenidos? La cultura digital no solo implica acceso a información, sino también responsabilidad en su uso. Compartir sin verificar, interactuar sin contexto o replicar discursos sin autoría puede contribuir, consciente o inconscientemente, a campañas de desinformación.En México, y particularmente en procesos electorales, el uso de medios digitales como herramientas de estrategia política no es nuevo. Sin embargo, la sofisticación de estas prácticas y su creciente normalización en el discurso público plantean nuevos desafíos para la democrática.Este caso particular además ha reavivado el debate sobre la necesidad de establecer mecanismos más claros para identificar el origen de contenidos digitales que afectan la reputación de figuras públicas, sin poner en riesgo la libertad de expresión.Organismos como el INE y autoridades electorales locales han reconocido los desafíos que representan estas prácticas, especialmente en tiempos electorales, y han llamado a fortalecer la alfabetización digital y el consumo crítico de información.